EL MUNDO SEGÚN
MIS SENTIDOS
historias

LAS SEÑORITAS DEL MOULIN ROUGE
Koh Samui (Tailandia), 8 de febrero de 2013.
Acababa de cenar un marisco estupendo en un restaurante de Chaweng, la ciudad más grande de Koh Samui, y me disponía a coger la moto para volver a casa cuando un grupo de ladyboys me invitaron a entrar en un cabaret. No era mi primer contacto con ladyboys y, desde hacía tiempo, sentía mucha curiosidad por conocer los entresijos del llamado tercer género. Debo decir que, aunque me divertí mucho, el espectáculo fue técnicamente patético. No obstante, el objetivo de este capítulo no es hacer una crítica del cabaret sino acercaros un poquito al mundo de las "kathoey", como se las conoce en el idioma tailandés.
Antes de empezar, os confieso que lo poco que sé sobre ellas, lo he leído por internet y en algún artículo, ya que, aunque conozco un par del trabajo, todavía no tengo confianza para hacer preguntas. Y, por cierto, normalmente se les hace referencia como "los ladyboys", pero personalmente me parece más respetuoso decir "las ladyboys", ya que ellas se sienten mujeres.
Una ladyboy (del inglés: chico señorita; en tailandés: kathoey) es básicamente una persona que nace con un trastorno de identidad sexual, es decir, es físicamente un hombre pero psicológicamente se siente mujer desde que tiene uso de razón. En otros países se las conoce como transgénero, transexuales o como el tercer género. A mí, sinceramente, lo de "tercer género" me parece insultante.
Es importante distinguir a un gay (hombre que se siente atraído por otro hombre), un travesti (hombre que se viste de mujer) y un transexual (mujer encerrada en el cuerpo de un hombre). Confundir los términos puede resultar ofensivo para cualquiera de los colectivos.
Las kathoey dedicarán gran parte de su vida a intentar ser quienes ansían ser. En la mayoría de los casos, cuando cumplen los 12 o 13 años, si se lo pueden permitir, empiezan a hormonarse para evitar desarrollar los rasgos de un hombre adulto, como el vello corporal o el oscurecimiento de la voz. Sorprende la temprana edad a la que empieza el proceso de conversión, y es que ése es otro de los aspectos sorprendentes: las ladyboys están total y perfectamente aceptadas en la sociedad tailandesa. No son discriminadas, no supone ningún trauma decirlo en casa, los compañeros de trabajo lo saben sin problema, e incluso a muchos hombres les gustan abiertamente las ladyboys y no se les juzga por ello. Podríamos decir que Tailandia nos da una clara lección de progresismo en este sentido.
Unos años después, empiezan a someterse a caras y agresivas operaciones para conseguir la armonía entre su cuerpo y su mente. Normalmente las primeras operaciones tienen que ver con los implantes de pecho. Es un momento importante ya que por fin pueden empezar a mirar su cuerpo desnudo y reconocer a una mujer.
A continuación, sólo quedará reunir el dinero suficiente para la operación definitiva: la conversión de los órganos sexuales. Es el momento que siempre han esperado, el momento en que dejarán de ser "él" para convertirse definitivamente en "ella". Por supuesto, me refiero al punto de vista físico, ya que psicológicamente siempre han sido "ellas". Pero, por desgracia, un gran porcentaje de ladyboys nunca llegará a reunir el dinero suficiente y jamás podrá dar el paso definitivo.
En el aspecto social, como ya he dicho, son un perfecto ejemplo de integración. Por ejemplo, las ladyboys encuentran trabajo sin problema en tiendas, hoteles y otros puestos de atención al público, aunque en menor medida también las hay que trabajan como chóferes o en otras actividades donde prima la fuerza. Por otro lado, un gran porcentaje acabará en lugares como el Moulin Rouge viviendo del espectáculo y, tristemente, hay una última porción -aunque no menos importante- que acabará ejerciendo la prostitución.
Un par de semanas antes del cabaret había leído un artículo sobre una ladyboy que contaba cómo empezó en la prostitución siendo muy joven para poder pagar su transformación. Un extranjero que se encaprichó de ella le pagó los implantes y, un par de años después, hizo un trato con otro hombre: mantendrían una relación durante un año y luego le pagaría la conversión de los órganos genitales. Al concluir el año, el caballero cumplió con lo prometido.
Tengo mucho que compartir con vosotros sobre la prostitución en Tailandia, basándome en algunas conversaciones y en un libro maravilloso -a la par que triste- que leí a este respecto. Pero me temo que eso tendrá que ser en otro capítulo.
Antes de concluir, quisiera decir que a mí me llama mucho la atención cuando, por ejemplo, entro en un 7eleven (una tienda 24 horas con cientos de sucursales en Tailandia) y veo una ladyboy que únicamente se caracteriza por el pelo largo y los labios rojo carmín, pero viste con ropa de hombre y algunas hasta tienen vello facial. Descuidan su aspecto como si no les importara parecer un hombre. Esto me descoloca, porque si, a mi entender, persiguen ser mujeres, no tiene lógica. Pienso que en el fondo, en estos casos la persona no ansía ser una mujer, es feliz con sus rasgos masculinos -quizá no todos- pero está claro que tampoco vive su vida como gay, ya que le gusta poner de manifiesto cierta feminidad pintándose los labios o dejándose el pelo largo. No sé muy bien dónde encaja todo esto, pero quizá éste sí podría ser ese tercer género del que tanto y tan incorrectamente se habla.